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lunes, 16 de mayo de 2011

AYERBE DESAPARECIDO (I)


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A lo largo de los siglos Ayerbe acumuló un rico patrimonio cultural califiquémosle de “público”, de carácter inmaterial y material, que, por desgracia, hoy, en algunos casos, ya no lo podemos admirar, disfrutar y ver porque ha desaparecido; unas veces incomprensiblemente dejado perder ante la más completa indiferencia, en otras inexplicablemente destruido y en ocasiones, robado o, como suena mejor, expoliado o sustraído indebidamente. Y de esto vamos a tratar esta vez, para ver si de una vez por todas empezamos a tomar conciencia, a sensibilizarnos que lo que es de todos a todos nos atañe luchar (en el buen sentido del término) por conservarlo. No sólo es cosa de los organismos públicos (civiles y religiosos), que hacen lo que buenamente pueden. Es cosa de todos y de todas. Pues a todos y a todas nos pertenece.

I parte


Bienes inmateriales

Dan principio a esta especie de triste inventario los danzantes que tuvo Ayerbe, sus respectivos dances y su música, que sonaba al son de una gaita, que desaparecieron a finales del siglo XIX. Les sigue la Banda Municipal de Música, algunos de cuyos instrumentos estaban hace unos años en la falsa del ayuntamiento. También pasaron a la historia la Rondalla, compuesta por personas mayores tocando diversos instrumentos, que recorría las calles y plazas de Ayerbe alegrándolas con sus jotas; los diversos grupos de teatro que hubo en nuestra villa y asimismo el Club Juventud, verdadero revulsivo para la juventud ayerbense, que comenzó su andadura a finales de la década de los 60 y llegó hasta la década de los 80 del pasado siglo XX.
Añadimos igualmente la sirena que sonaba todos los días a determinadas horas para regular la vida laboral de la villa. Una singularidad que Almudévar aún tiene a gala conservar y que en Ayerbe se suprimió no se sabe aún por qué.
Incluimos aquí los toques de campana llamados primero y segundo, que anunciaban la inminente celebración de la misa en la parroquia, y también dejamos constancia de las procesiones de San Pedro, del domingo de Quasimodo, para llevar la comunión a los enfermos, la del Sagrado Corazón de Jesús y la que tenía lugar el día de la Fiesta del Voto a Ntra. Sra. de Casbas, desde la parroquia hasta A Portaza, donde se disolvía.
También forman parte de los bienes inmateriales perdidos el cine, que tantos ratos alegres (y no tan gozosos) nos hizo pasar; el juego al frontón que los domingos por la tarde realizaban un grupo de mozos en la pista y lo diversos juegos que, según la época y estación del año, realizaban los niños y las niñas en calles y plazas.
Igualmente hay otro bien patrimonial que poco a poco se va perdiendo, la modalidad del aragonés que se habla[ba] en Ayerbe. Todo se va castellanizando progresivamente y ya vemos escrito Barrio medio en lugar de Barrio i medio, calle de los Quiñones por callizo d´os Esquiñones, La Portaza por A Portaza, La Fontaneta por A Fontaneta, Fuente de los tres Caños por Fuente d´os tres Caños, etc.
Tampoco debemos dejar pasar por alto las famosas antiguas Ferias de San Mateo, de las que varios fotógrafos nos han dejado testimonio gráfico de su concurridísima celebración, pues lo que ahora se celebra no es ni sombra de lo que fueron aquéllas, e igualmente incluimos, entre otros, el famoso Concurso de acordeón, que a principio de la década de los 70 del pasado siglo XX tenía lugar para las fiestas.
El Casino d´os ricos, lugar de reunión y de juego donde muchos dilapidaron fortunas, también pasó a la historia; su sede casualmente estaba pegada al templo parroquial,.

Edificios civiles

Empieza este apartado el castillo que se alzaba en el monte de San Miguel; de origen musulmán, se sabe que tenía un torreón circular, desde el que confusamente se divisaba Huesca. Su aljibe o pozo, emplazado en su patio de armas, tenía fama de ser una obra excepcional.
El célebre y mítico Kursaal, que ahora denominaríamos “centro recreativo”, de salón de baile y cine pasó a ser hospital de campaña durante la guerra civil española; una bomba lo destruyó para siempre.
La casa de siña Amelia (siglo XVIII), en la calle Nueva, cuya fachada, de sencillas líneas, merecía haberse conservado por ser un buen ejemplar de la arquitectura popular doméstica del Alto Aragón del siglo XVIII y por ostentar un escudo de armas.
Y no hablemos del Hospital de Pobres (siglo XVI), de cuyo solar desaparecen sillares, según nos contaron hace bastantes meses, ante la indiferencia municipal. Algún día veremos que se han llevado hasta las ventanas de piedra que tenía, ahora desmontadas.

Edificios religiosos

Al frente de esta relación cabe poner la colegiata de San Pedro, magnífico templo románico del siglo XII; salvo su torre, el actual Campanal, que se salvó, el resto fue derribado entre 1810 y 1811 porque amenazaba con desplomarse cualquier día. También desaparecieron el crismón existente en su puerta, el órgano, que ya existía en 1562, la sillería del coro, la mayoría de sus retablos (entre ellos, el del altar mayor, el de San Jorge y el de Santa Leticia). Se salvaron sin embargo el del Pilar e imágenes como el Cristo de los Soler y el de Sayetas, toda la orfebrería y parte del archivo. Con los sillares de este templo al parecer se realizó un foso en torno al palacio de los Urríes, del cual, según José María Quadrado, quedaban indicios en 1834.
Otro templo emblemático y significativo para Ayerbe, la ermita de Ntra. Sra. de la Cuesta (quizá del siglo XIII), sucumbió a finales del siglo XVIII, porque no había quien la reparase. La imagen de la titular, posiblemente románica, y los retablos que la adornaban, desaparecieron para siempre, sin dejar el más mínimo rastro. Su torre, que albergaba el reloj oficial de la villa, tuvo que ser derruida y con su piedra en 1798 se levantó la que hoy vemos, airosa, en la plaza Baja.
La iglesia del convento dominico de Ntra. Sra. del Remedio fue convertida en caserna por las tropas napoleónicas en su retirada. Para que la abandonaran, los ayerbenses se vieron obligados a pretarle fuego, que ocasionó la pérdida de su claustro, retablos, sepulcro de mármol negro y figuras yacentes de alabastro de los Urríes y otras piezas aunque la fachada, una pequeña torre campanario y algunas dependencias se salvaron. No obstante aún pudo servir de eventual parroquia, hasta que su bóveda, resentida, se desplomó. Según Madoz, su biblioteca y todos los objetos de bellas artes que guardaba pasaron a la oficina de desamortización, salvándose al menos el terno de los Lanuza, del que se hablará más adelante, y los sellos del convento, de los que hablaremos en futura colaboración. La torre campanario desapareció para siempre a finales del siglo XIX.
Las ermitas de San Juan del Castillo (pegada al castillo que había en San Miguel), San Julián, San Marcos, San Bartolomé (se sabe dónde estaba por conservarse indicios de su perímetro), y la de San Benito, igualmente desaparecieron. De esta última sólo se conserva su retablo, hoy en día en la parroquia.

Elementos urbanos

Comenzamos este apartado con la puerta que al final de la calle Nueva o de Rafael Gasset permitía el acceso a la villa (o la salida de ella) a quienes venían de Zaragoza o iban a ella.En el siglo XVIII se la llamaba Puerta de Zaragoza pero popular y generalmente era conocida como A Portaza.
Próxima a esta puerta, desde no se sabe cuándo, había erigida una cruz de término, toda ella realizada en piedra, que la incomprensión e ignorancia destruyó en febrero de 1936.

Los famosos Urinarios de la plaza Baja, construidos frente al Palacio de Ayerbe, un gran e innovador avance higiénico en su tiempo, que más de una población de más categoría hubiera deseado tener, y las fuentes públicas de piedra, que también hacían de abrevadero, levantadas en amblas plazas, desaparecieron para dar paso a una configuración urbana que quiso romper moldes.
También pasaron a la historia los diferentes abrevaderos distribuidos por la población y algunos lavaderos, como los que había camino de la Fontaneta y el existente en la zona de Os Esquiñones, muy cercano a la carretera Nueva.
La mítica Funchurdana, a la vera del Camino [de] Zaragoza, fue enronada, creciendo en su lugar barzas y otras hierbas.
Otras piezas que se han volatilizado son el banco de hierro de la estación de ferrocarril, la maquinaria del reloj (finales del siglo XIX y principios del XX) de la Torre del Reloj y últimamente la veleta que “de siempre” coronaba el Campanal, desmontada incomprensiblemente por los restauradores durante la restauración de éste.
Añadimos asimismo el voladísimo alero que tenía el Palacio de Ayerbe o de los Urríes sustituido, entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, no sabemos por qué motivo, por las actuales almenas. Alero fotografiado desde San Miguel por Ramón y Cajal y visto de frente, desde la plaza Baja, por el Centre Excursionista de Catalunya. La mayor parte del alero y la mayoría de los adornos renacentistas que decoraban su luna o patio abierto también forman parte de ese legado desaparecido o a punto de desaparecer.
La espadaña que coronaba la fachada del ayuntamiento era un apéndice que confería cierto carácter a la Casa de la Villa. En su pequeño hueco albergaba una campana, que en su época servía para llamar al Concejo a sesión. No entiendo porqué fue suprimida.

Elementos festivos

Justo es traer a este apartado a los siempre recordados con cariño gigantes El Marqués y La Chata y a sus inseparables compañeros los cabezudos L´abueleta, Negrito, Payaso y Chiboser. Todos ellos lamentablemente “condenados a morir” en una hoguera cuando deberían haber sido conservados para legarlos a las generaciones futuras.

Autor articulo: Chesús Á. Giménez Arbués

Imagen: Wikipedia


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