Continuando con lo expuesto en la entrega anterior, esta segunda la dedicamos al apartado de carácter religioso que es de donde han desaparecido más piezas, de mayor o menor grado de interés artístico, material y/o afectivo. En algunos casos han “volado” de una forma más bien misteriosa y en otros, escandalosamente.
Parroquia de Ayerbe
Encabezan esta triste lista el busto de plata de santa Leticia, obra del siglo XVI que terminó por perderse a principios del siglo XIX, y el retablo del altar mayor, regalo del marqués de Ayerbe en 1854 ó 1855, reducido a cenizas por un incendio en 1861.
En fecha ignorada, según oí decir, un cura de Ayerbe se vendió la tiara papal del busto de san Pedro, para poder allegar fondos con que hacer frente a unos gastos de la parroquia. La que lleva actualmente, de latón, desentona con la magnificencia artística y material del resto del busto, emigrado “temporalmente” a Huesca en 1987, donde aún sigue.
Ya bastante avanzando el siglo XX, las imágenes de santa Leticia, santa Bárbara, san Lorenzo y san Vicente, entronizadas en el retablo del altar mayor, fueron salvajemente destruidas a martillazo limpio. Igual suerte corrieron un púlpito (el del lado del "museo") con su tornavoz o dosel, el tornavoz o dosel del otro púlpito, el enorme facistol que había en medio del coro, diversas lámparas de tipo “araña” y de las de aceite que había en la entrada de cada capilla, etc. etc. etc.
Otra pieza desaparecida para siempre fue el grandioso monumento de Semana Santa, cuyas sargas ocupaban todo el presbiterio. Posteriormente se montó, en reducidas dimensiones, en la capilla del Pilar. Imitaba una nave gótica, con sus columnas, capiteles, arcadas de la bóveda, etc. Algunos restos, quizá ya irrecuperables, quedan en el “granero” de la parroquia.
Y hablando de la Semana Santa, justo es nombrar algunos pasos ya desaparecidos, como el Balcón de Pilatos también conocido como Ecce Homo, Cristo atado a la columna, el Calvario, del que perviven las imágenes de la Virgen y de san Juan, y el mítico y más significativo de todos, el de la Última Cena o de los Apóstoles. Todos ellos sucumbieron al paso del tiempo, se habían hecho viejos o estaban estropeados y no se pudieron renovar o restaurar.
El órgano ha sido (y es) uno de los más grandes afectados. Se ha actuado en él con buena fe pero se ha hecho más mal que bien. Incluso han desaparecido tubos de su trompetería. Si pronto y con urgencia no se pone remedio este instrumento lleva camino de perderse irremediablemente.
Más cercanos en el tiempo desaparecieron el portapaz de San Pedro de plata (siglo XVII) (estaba expuesto en el "museo"), una palmatoria de plata (siglo XVIII), un hostiario de plata (siglo XVII), unos platos de cerámica para la unción de enfermos hallados en el panteón de los Ena (estaban expuestos en el "museo"); la casulla de seda morada del terno de los Lanuza (siglo XVI); una capa pluvial de color oro con fondo blanco (siglo XIX), una capa pluvial roja (siglo XIX) así como el incensario (siglo XIX), que inexplicablemente en la actualidad está en la parroquia de Loarre/Lobarre.